Blog de relatos cortos de ficción, terror y de novela negra.
Un espejo es un objeto sólido compuesto por materia, como un estuche, un ordenador o una pared. Ese espejo te ayuda a peinarte, a verte por las mañanas, por las tardes y por las noches. Ese espejo se puede usar en muchos contextos, como un ordenador, una pared,... pero, ¿una pared puede reflejarte en ella, o un ordenador te puede mirar como te mira el reflejo de tu espejo? ¿Porqué ese espejo puede "imitar" tus movimientos, tus miradas, tus gestos? Existen muchas historias sobre los espejos como portales a otro mundo, o de reflejos que viajan al mundo real poseídos por demonios o fantasmas, matando a todos los seres queridos de las personas que rodean al "protagonista".
¿Alguna vez has leído alguna historia sobre espejos de verdad? Quizá ese reflejo sean tus miedos o tus sueños más escondidos, más profundos, más oscuros... ¿Y si pudieras devolverle la mirada a esa forma que te mira desde sus ojos oscuros? ¿Y si pudieras retar a esa visión hasta los límites más infranqueables? ¿Y si decidieras, por un día, viajar a ese rincón oscuro de tu ser y tratar de entender qué empuja a ese ser para comportarse de forma tan ruin y despreciable?
Solo hay una forma de averiguarlo: Ve y observa ese espejo. Pero cuidado, esa tarea solo es para valientes o estúpidos, aunque ambas cosas son lo mismo, ¿no?
Solo hay una cosa segura: si lo haces,la víctima de mi siguiente historia serás tú.

jueves, 18 de abril de 2013

Cuando no tienes nada


-¿Pero qué? - Dijo Damon al oír sonar el despertador más pronto de lo normal. Se levantó y observó que su mujer ya no estaba allí. Ella se levantaba una hora antes para ir a trabajar, mientras que él, al entrar más tarde, tenía que llevar a su hijo al colegio. Se dirigió por el ancho pasillo hasta la habitación del niño y entró por la puerta sin hacer ningún ruido. Matt estaba allí, tumbado sobre su cama en forma de bólido de carreras, mientras dormía plácidamente. Se dirigió hasta la cama y le zarandeó levemente el brazo izquierdo para despertarlo. Matt abrió lentamente los ojos y se alegró de ver a su padre, esbozó una de esas sonrisas pícaras que solo los niños saben poner sin mostrar maldad y se dirigió corriendo hacia el baño para prepararse. Damon se levantó de la cama de su hijo y abrió la ventana, dejando que todo el solo inundara la habitación con una oleada de calor. Hizo la cama del niño y salió al ver que era un poco tarde.
-Matt, venga, ya es tarde y va a haber tráfico. ¿Quieres llegar tarde?- de repente oyó un ruido proveniente de la cocina. Corrió a ver qué era. El estrecho pasillo le agobiaba mientras corría y parecía que iba a tardar una eternidad en llegar hasta la cocina. El corazón se le puso en el cuello. Siguió corriendo. -¡Matt! ¡Matt! - gritó, pero no halló respuesta alguna de su hijo. No paraba de correr, ¿Dónde está mi hijo? Pensó. ¿Qué ha pasado? - ¡Matt! - Damon entró en la cocina y solo vio la ventana abierta. Los visillos ondeaban con el viento y le parecieron kilómetros lo que tubo que andar hasta llegar a ella. Se asomó. Vivían en un sexto piso y no se podía ver con claridad el suelo, pero él sabía qué se había estrellado contra el suelo.

-¿Pero qué? - Dijo Damon al oír sonar el despertador más pronto de lo normal. Se giró a su izquierda y allí estaba: su mujer. Era rubia y tenía una larga y lisa melena que podría taparle la espalda si quisiera. Iba vestida con un camisón transparente que dejaba ver todas sus bellas y esbeltas formas. Al mirarla, podía ver que aun seguía enamorado de ella como el primer día. Se levantó de la cama y se quedó sentado un rato observándola. Era preciosa. Aun no sabía cómo una mujer como ella podría haberse enamorado de él. No podía ser por el dinero, ya que, cuando se conocieron, él no era más que un hombre lleno de esperanzas y sueños que ella dio forma. Por su físico tampoco, ya que él, antes, era un hombre alto y muy delgado que no empezó a hacer ejercicio hasta que quiso sorprenderla en uno de sus quince aniversarios. No paró de entrar y ejercitarse hasta que consiguió el físico que quería.
Se levantó de la cama y se dirigió al baño de enfrente de su habitación dándole un beso en la mejilla mientras seguía durmiendo. Cerró la puerta y se quitó la camiseta delante del espejo. Pudo ver sus los músculos que tanto le gustaba acariciar a su mujer y volvió a pensar en ella y en lo mucho que la amaba. Abrió el armario, cogió una cuchilla de afeitar y se untó la cara con espuma de afeitar. Al terminar, se desvistió y se metió dentro de la ducha. Escuchó el leve zumbido que provocaba el agua a esas horas del día en el que aun la gente está dormida en sus casas y se introdujo lentamente dentro de la ducha.
Al salir notaba que algo iba mal. Salió corriendo del baño y no podía creer lo que veía. Toda la cama estaba empapada de sangre. Sangre que seguramente llegaba hasta el colchón y que estaba cayendo con un reguero hasta el suelo, tiñendo la moqueta de color rojo. Lo que no pudo creer fue lo que vio encima de la cama. Su mujer estaba tendida en una postura antinatural y tenía el rostro desfigurado en una mueca de horror. Tenia un ojo morado y el otro estaba introducido hacia dentro de la cuenca, sangrando y destrozado. El camisón transparente estaba empapado de sangre y estaba agujereado por varias heridas en el costado que era lo que provocaba la gran cantidad de sangre que se derramaba sobre la cama y el suelo. Damon fue corriendo hacía ella y parecía que tardaba siglos en llegar donde estaba ella. No podía creerlo. Iba llorando. Pero, ¿Cuándo iba a llegar? Pensó. Siguió corriendo y pudo ver su rostro de horror desfigurado a golpes que le había propinado. Agarró su cabeza sobre sus manos y vio cómo su pelo, hasta antes rubio y largo, se había transformado en una melena roja, a causa de la sangre, y cortada irregularmente con unas tijeras que encontró en la mesita de noche que tenían al lado de la cama. Salió corriendo al baño de nuevo. La distancia que le separaba del baño la recorrió en pocos pasos. Miró al espejo y vio en sus músculos varias marcas de arañazos y golpes de que alguien se había resistido. Su cara también tenía marcas y estaba sangrando por el cuello. No era mortal, pero algo más llamó su atención: el plato de la ducha estaba lleno de sangre y en él se hallaba un cuchillo grande que debería estar en la cocina. Empezó a ver qué era lo que había ocurrido allí. Cerró los ojos para no ver y lloró. Solo lloró mientras se agachaba y se cogía las piernas una vez se sentó en el suelo. No quería ver nada más, no le gustaba lo que veía, quería acabara, ¿Porqué no acaba?

El despertador empezó a sonar. Era la hora. Sonaba, pero nadie lo paraba. ¿no hay nadie? ¿nadie puede apagarlo? ¿No hay nadie en casa? ¿Qué ocurre? Damon levantó su mano ensangrentada y apagó el despertador, manchando parte de la mesa y gran parte del despertador con sangre. Se había cortado las venas. No quería vivir más, estaba cansado y todo lo que le daba fuerzas había muerto. Mientras moría, podía ver todo aquello que hizo, pero se sentía orgulloso. Vio cómo arrojaba a su hijo por la ventana para alegar que fue un accidente; vio como mataba a golpes y de forma violenta a su mujer para ocultar el cuerpo y denunciar su desaparición dos días después. Pudo ver sus rostros, desfigurados en una mueca de asombro y horror al contemplar cómo alguien a quien querían en sobremanera era capaz de hacerles algo. Damon rió y se sentía orgulloso. No sabía cómo había llegado a esa situación, pero no le importaba en absoluto, simplemente se dejó morir y no pensó en nada más.
No le esperaba ni cielo ni infierno, pero eso él no lo sabía. Lo que le esperaba era mucho peor: la venganza de aquellos a quien había hecho daño. Notó cómo su destrozada y corrompida alma salía flotando de su cuerpo. Voló sobre la ciudad y se sintió libre. Las imágenes seguían abordándolo y sintió miedo. Se sentía culpable de haberles hecho daño a sus seres más queridos. Se sentía solo, abandonado, y no tenía a nadie que le resguardara, hasta que les vio. Vio a su mujer y a su hijo caminar hacia él. Era una ilusión, ya que estaban flotando, pero parecía que realmente pisaban suelo firme. Empezó a notar su calor. Empezó a dudar sobre su existencia, sobre lo que había hecho, sobre lo que les había hecho. ¿Traficarán en el cielo con sueños por cumplir? Porque yo tengo unos cuantos. Pensó, pero pudo observar cómo su realidad iba a ser otra. Solo le quedaba desaparecer. No iba a tener alma ni cuerpo, iba a desaparecer y no a morir. Vio los rostros de la dama y el niño desfigurarse, haciendo una mueca de dolor y sed de venganza. Se abalazaron contra él, pero no pudo moverse, su “cuerpo” no le respondía. Iba directo donde estaban. Cada vez su imagen se fue haciendo más animalizada. Se abalanzaron hacia él y lo envolvieron en la completa negrura. No pudo ver nada... hasta que ya no existió más. Desapareció. No era ni morir ni vivir, simplemente ya no estaba.

-¿Pero qué?

1 comentario:

  1. Hola amigo, me ha gustado mucho el relato sobre todo la fuerza del personaje y el inesperado final.
    Un saludo!!!

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