Blog de relatos cortos de ficción, terror y de novela negra.
Un espejo es un objeto sólido compuesto por materia, como un estuche, un ordenador o una pared. Ese espejo te ayuda a peinarte, a verte por las mañanas, por las tardes y por las noches. Ese espejo se puede usar en muchos contextos, como un ordenador, una pared,... pero, ¿una pared puede reflejarte en ella, o un ordenador te puede mirar como te mira el reflejo de tu espejo? ¿Porqué ese espejo puede "imitar" tus movimientos, tus miradas, tus gestos? Existen muchas historias sobre los espejos como portales a otro mundo, o de reflejos que viajan al mundo real poseídos por demonios o fantasmas, matando a todos los seres queridos de las personas que rodean al "protagonista".
¿Alguna vez has leído alguna historia sobre espejos de verdad? Quizá ese reflejo sean tus miedos o tus sueños más escondidos, más profundos, más oscuros... ¿Y si pudieras devolverle la mirada a esa forma que te mira desde sus ojos oscuros? ¿Y si pudieras retar a esa visión hasta los límites más infranqueables? ¿Y si decidieras, por un día, viajar a ese rincón oscuro de tu ser y tratar de entender qué empuja a ese ser para comportarse de forma tan ruin y despreciable?
Solo hay una forma de averiguarlo: Ve y observa ese espejo. Pero cuidado, esa tarea solo es para valientes o estúpidos, aunque ambas cosas son lo mismo, ¿no?
Solo hay una cosa segura: si lo haces,la víctima de mi siguiente historia serás tú.

viernes, 29 de marzo de 2013

La vida más próxima de un muerto viviente


Parecía un día normal cuando Christopher se levantó de su cama, como cada mañana, a las 7:00 para empezar una nueva jornada de universidad. Hizo su cama y se vistió unos vaqueros, una camiseta blanca y unas deportivas de corte elegante. Prosiguió metiendo en su bandolera los libros de Latín y Ruso y el portátil donde llevaba todos los documentos necesarios para el día. Bajó los escalones y oyó el ruido el ruido de las noticias que provenían del televisor que su madre había encendido mientras preparaba la mesa de la cocina con tostadas, zumo y cereales para él. “Un fuerte virus que provoca deformaciones, dolores de cabeza, vómitos y pérdida del sentido ha derivado en...” Christopher se detuvo frente al televisor para observar la noticia mientras le daba un generoso mordisco a la tostada con mermelada, cuando su madre entró por la puerta de la cocina.
-¿Qué dice hijo?- Preguntó para entablar una conversación.
-No lo sé,- Contestó confuso – Parece un virus de estos pasajeros que les dan mucha bola; como una especie de fiebre o algo así – Agachó la mirada y desatendió al televisor mientras bebía un sorbo más del zumo de melocotón y naranja que tanto le gustaba.
-Bueno – Prosiguió su madre – tú ya sabes, lávate las manos por si acaso y no comas nada raro. - Miró el reloj y abrió los ojos atónita - ¿Has visto la hora que es? Corre que llegas tarde.
Sin mediar palabra, Christopher se levantó, agarró su bandolera y sacó las llaves del coche antes de salir por la puerta. Se subió al coche y cogió la segunda salida de su calle para ponerse en camino a su fatídico destino. Algunos minutos después, y un par de kilómetros de carretera desierta, llegó al portal de una casa bastante alta. Paró el coche en la acera y puso la doble intermitencia después de mirar el reloj. Había puesto su emisora favorita para escuchar algo de música de camino, pero algo le llamó la atención:
-“interrumpimos la emisión de esta fabulosa canción de los “Foo” para pasaros una noticia importante” - Dijo el locutor de la emisora - “Alex te paso la palabra”.
-“Muchas gracias” - Comentó la voz femenina - “Tengan mucho cuidado con la salib...”.
En ese momento una joven de pelo liso y alegre entró dentro del coche con una sonrisa, depositando su mochila azul cielo entre sus piernas para poder abrochar su cinturón.
-¡Hola Chris! - dijo enérgicamente mientras abría la mochila para buscar algo en su interior.
-¿Hola? - Comentó algo mosqueado – Rachel, ¿sabes que hora es? Vamos a llegar tarde de nuevo. - Acto seguido arrancó de nuevo el coche, quitó la doble intermitencia y salió de nuevo al camino observando que no había visto ningún coche a lo largo de la mañana.
-”...Ya que es probable que pued...” - Rachel cortó la emisión sin que Chris hubiera prestado atención a lo que decía la noticia para meter en el lector de Cds un disco.
-Voy a compensarte – dijo ella con una mueca de compasión sin quitar en ningún momento su sonrisa – te he traído el CD que me pediste que te grabara.
-Excelente, ya era hora – comentó sarcástico sin quitar los ojos de la carretera – te lo pedí hace dos semanas. - Ambos se rieron un largo rato mientras la música seguía sonando.
Chris siguió conduciendo sin interferencias en el tráfico hasta que finalmente llegaron al campus. Hoy no había tenido ningún problema para aparcar, ya que los aparcamientos estaban casi desiertos y no pasaba ningún coche que tratara de llegar antes que él a una plaza o algún dormilón que llegaba tarde y corría con el coche para tardar lo menos posible. Lo aparcó en frente de un edificio bastante grande de tres plantas, quitó las llaves del contacto y ambos bajaron a la carrera. Corrieron el largo paseo hasta la entrada del edificio y abrieron la puerta tan fuerte que Chris pensó que la pudieron haber tirado abajo sin darse cuenta. Ambos observaron que el gran hall que había en el centro de la facultad estaba vacío, aunque no prestaron mucha atención a aquel acontecimiento, ya que todos podrían estar en clase, en la biblioteca o en la cafetería, la cual estaba justo en frente de la salida posterior de su facultad.
-¡Vamos, corre! - Apuntó Chris mientras corrían todo el hall y subían la larga escalera del extremo izquierdo del fondo de la misma – otra vez tarde, al final nos van a quitar el derecho a evaluación continua y, ¿Para qué hago yo los trabajos?
Al intentar abrir la puerta de la sala 14 observaron que estaba cerrado.
-¿qué raro Chris? - Se extrañó Rachel - ¿para eso me haces correr tanto? Bobo... - Rachel jadeó un rato y se cruzó de brazos apoyada en una de las anchas columnas que sostenían el primer piso del segundo.
-Lo siento. Bajemos a conserjería , a ver qué nos dicen. Igual anularon la clase y no nos avisaron. - señaló Chris
-No sé – Rachel giró la cara para mostrar su descontento mientras seguía con los brazos cruzados. - De acuerdo – acabó por decir.
Ambos se pusieron de camino hasta la zona de la entrada y se asomaron a la puerta de conserjería. Dentro estaba el conserje sentado de espaldas a la puerta.
-Disculpe – se adelantó a hablar Rachel - ¿podría decirnos que ha pasado con el grupo del profesor Swan?.
No hubo ninguna respuesta. No hubo ni el más mínimo movimiento de sorpresa por parte del conserje... o de lo que antes fue el conserje. Lentamente se levantó de su silla de forma muy torpe y estuvo unos segundos de espaldas a los chicos hasta que se giró. La piel de su cara estaba demacrada por golpes y arañazos. Tenía la mandíbula desencajada de forma antinatural y de sus labios se podía ver cómo caía un reguero de sangre formado por una mancha de sangre que no parecía suya que le rodeaba toda la boca. Tenía focos intermitentes de pelo en su cabeza y le faltaba parte del cráneo en la zona que antes ocupaba la frente. Uno de sus dos ojos estaba salido de la cuenca donde antes estaba y el otro estaba retorcido en una mueca de muerte en torno a su cara. Su espalda estaba encorvada hacia la izquierda, dejando el brazo izquierdo caído mucho más bajo que el derecho, el cual terminaba en el codo. Al fijarse en la mano izquierda los jóvenes pudieron ver cómo lo que faltaba del brazo derecho lo tenía sujeto con fuerza en su mano. Al encarase en frente de ellos vomitó una gran cantidad de sangre con la fuerza suficiente para llegar a la cara de Rachel, la cual se encontraba delante de Chris, y se llevó la mayoría del impacto.
-Rachel ¿estás bien? - dijo mientras la hacía a un lado horrorizado y contemplaba su mirada atónita y su cara repleta de sangre y fragmentos de carne. Chris recorrió el espacio que restaba en pocos segundos y, antes de que el cuerpo pudiera responder al rápido movimiento, el pie de Chris se estampó contra su cráneo, partiéndolo en dos antes de que el cuerpo inerte cayera en el suelo con un ruido sordo.
Chris se abalanzó contra Rachel para abrazarla y examinar si tenía algún daño.
-Vamos a ver si podemos quitarte esa sangre de la cara y a averiguar qué está pasando – Logró a decir para consolarla. Era una situación difícil, pero al menos uno debía mantener la calma y buscar soluciones.
Chris no entendía qué acababa de pasar, había tumbado al conserje de una patada y lo había dejado tendido en el suelo. Además, ¿porqué estaba en ese estado? Tenía que empezar a buscar una salida, una solución, saber qué estaba pasando y ya se arrepentiría después. Lo importante ahora era calmar a Rachel, ya que solo era capaz de balbucear palabras sin sentido.
-Tú... conserje... uñas... suelo... patada... brazo... mamá... mamá... Chris...- De repente Rachel empezó a llorar. Chris la abrazó y trató de tranquilizarla.
-No pasa nada- decía mientras sostenía su cabeza en su pecho para que no viera la escena que tenía a sus espaldas – Ahora vamos a ir a un baño, vamos a lavarte y limpiarte y luego saldremos de aquí. No pararemos hasta llegar a casa – Chris no se creía del todo sus palabras después de lo que acababa de presenciar, pero ahora era lo necesario.
Rachel se separó lentamente de sus brazos para incorporarse y tratar de asimilar lo que estaba pasando. Volvió a ver el cuerpo inerte de lo que antes fue un hombre y no entendió nada. Confió en Chris y le miró a los ojos con miedo.
-Creo que puedo lavarme sola, gracias.
Ambos se encaminaron despacio hacia un baño de chicas para que se pudiera lavar la sangre de su cara. Al entrar, Rachel se quedó a la entrada mientras Chris se encargó de comprobar que no había de esos seres en el baño.
-No hay nada aquí, creo que estarás a salvo. Yo iré de nuevo a la conserjería, creo que había una radio allí. Haber si puedo saber qué está pasando. Cualquier cosa, grítame e iré corriendo.
-Está bien – Asintió ella – pero antes límpiate la cara Chris, creo que te he manchado.
Chris se pasó la manga por debajo de la nariz y se quitó una mancha de sangre que se le había quedado al abrazar a Rachel hace unos momentos.
-Será de cuando te tranquilicé antes – comentó sin darle importancia – Voy de nuevo allí, grítame, en serio.
-Tranquilo – Chris se fue por la puerta y Rachel se quedó mirándola largo rato hasta que por fin reaccionó.
“Rachel, tú puedes” se dijo a sí misma mientras se quitaba la ropa empapada de sangre del muerto que Chris había tumbado para protegerla. Se desabrochó lentamente la blusa y la depositó dentro de un lavabo lleno de agua. Después se fue bajando los pantalones e hizó lo mismo. Se miró al espejo y contempló cómo la sangre que le llenaba la cara amenazaba con dirigirse hacia su sujetador. Se agachó y se frotó cuidadosamente la cara con agua y jabón del dispensador que tenía al lado. Se secó el agua y volvió a contemplar su cuerpo de nuevo, ahora libre de sangre y restos de carne. “¿quién me lo iba a decir a mí? En ropa interior dentro de un baño público y no hay ningún hombre conmigo” Ese pensamiento la hizo esbozar una sonrisa que la relajó un poco más.

Rachel ya se estaba vistiendo después de haber secado su ropa con el secador de manos cuando una sensación la invadió. Corrió hasta el váter de detrás y se agachó para vomitar durante largo rato. Cuando había vomitado el desayuno, siguió con la cena de la noche anterior; y así sucesivamente hasta que ya no tenía nada en el estómago, por lo que vomitó bilis durante un largo rato más. Pensó que se le iban a salir los órganos por la boca. La sensación cesó de repente y Rachel se incorporó nuevamente asustada. Se acabó de vestir y salió del baño muy despacio para ir en busca de Chris.
Salió del baño y, muy despacio empezó a andar. Por todas las habitaciones por las que pasaba al lado notaba que no estaba sola con Chris en todo el edificio. De vez en cuando oía golpes y extremidades arrastrarse por el suelo de los pisos superiores o detrás de ella. Esa situación era más que incómoda, pero no podía perder la calma. Sin perder la concentración siguió andando hasta que llegó de nuevo a la sala del conserje, donde Chris estaba sentado en la silla donde antes había estado el conserje, mirando al suelo, con una pistola en la mano y sin perder de vista el cuerpo.
-¡Chris! - él se percató del grito y alzó la vista para verla correr hacia él. Ambos se abrazaron fuertemente.
-¿Te encuentras mejor Rachel?
-Sí, ¿de dónde has sacado eso?-Preguntó refiriéndose al arma.
-Estaba en un cajón, la encontré por casualidad
-¿has encontrado la radio? - Quería ser algo más sutil, pero eso era de vital importancia para salir de allí y no tenían más tiempo que perder.
-Sí – su expresión se tornó mucho más seria. - No es nada bueno. Mira.
Chris encendió la radio a un volumen bajo que solo ellos pudieran oír. A medida que escuchaban el mensaje de la locutora, Chris fue cambiando de emisora para que viera que era el mismo en todas las cadenas.
-”...Por lo tanto, vuelvo a repetir: manténganse dentro de sus casas o de lugares seguros y no dejen entrar a nadie. Aquellos que estén en la calle podrían ser confundidos por objetivos infectados. El ejército eliminará a todo aquel que pueda ser un objetivo infectado y examinará los lugares donde pueda haber gente encerrada, como hospitales, colegios o centros comerciales. Esperen el rescate. En caso de sufrir un ataque de algún infectado, corran y no dejen que ningún fluido que puedan segregar entre en su organismo. Este hecho podría ser motivo de infección.”...”Atención, este es un comunicado de...” - Chris apagó la radio.
-y todo así – dijo él agachando la mirada de nuevo hacia el cuerpo, soltando la radio sobre la mesa – No podemos salir de aquí y, como habrás comprobado, no estamos solos.
-Me he dado cuenta – asintió Rachel, agachando también la cabeza al suelo – Pero podríamos salir y llegar hasta el coche. Después sería conducir hasta encontrar al ejército o llegar a un lugar más seguro.
-Eso podría s... - Las palabras de Chris se cortaron cuando oyeron cómo una muchedumbre de cuerpos muertos trataban de entrar por la puerta principal a golpes y empujones contra el fuerte cristal.
Ambos se levantaron y fueron corriendo a ver qué ocurría y ver si podían detenerlo.
-¡Rachel, yo mantendré la puerta cerrada, tú ve a la sala de control y cierra las puertas con el sellado de seguridad! - No hizo falta que le diera toda la orden, ya que Rachel ya se encontraba corriendo hacia la sala de control, la cual estaba unos pasos más adelante de la puerta.
Chris apretó con todo su cuerpo las puertas del edificio mientras la muchedumbre trataba de tirarla abajo. Rachel corrió tanto como pudo para llegar hasta la sal de control. Al entrar en ella se abalanzó sobre la computadora y apretó los botones de sellado de cada puerta del edificio y así evitar que entraran en todo el edificio. Chris se relajó y observó a los muertos a través del ancho cristal de la puerta. Se percató de que conocía a muchos que se habían transformado, o al menos eso pensaba, ya que la mayoría de los cuerpos eran irreconocibles. Tras observarles durante un tiempo se percató de algo que le horrorizó más que ver sus cuerpo y le heló la sangre: estaban atrapados dentro con los demás. Lentamente se apartó de la puerta, se dirigió a donde estaba Rachel y la agarró fuerte del brazo.
-¡Corre!
Ambos se dirigieron corriendo hasta la sala del conserje y cogieron las llaves de la sala 14, en el primer piso. El ruido que producían los cuerpos al golpear el cristal de la puerta fue el reclamo que esperaban. Dentro del edificio, los jóvenes pudieron escuchar cómo muchas puertas se abrían de golpe o caían al suelo con golpes secos. Solo unos segundos después pudieron escuchar los gemidos de los cientos de cuerpos que les perseguían o buscaban a lo largo de los pasillos. Pisada tras pisada, paso tras paso. Cada movimiento que hacían alteraba su ritmo cardíaco de forma antinatural. Corrieron sin detenerse. Muchos cuerpos se lanzaban al vacío desde los pisos más latos, inconscientes de la gran caída que ello conllevaba, para producir un sonido sordo contra el suelo. Cuanto más corrían, más cuerpos parecía que los perseguían. A su paso, por detrás de ellos o saliendo de las salas al rededor del hall salían cientos de cuerpos en estampida gritando y gimiendo por una sola causa: carne. Cuando llegaron finalmente a las escaleras para subir al primer piso pudieron oír, más que observar, cómo la muchedumbre que había apostada frente a la puerta principal pudo, finalmente, destruir el cristal y avanzaron corriendo a traspiés o arrastrando sus extremidades a lo largo del gran hall para conseguir llegar hasta ellos.
Consiguieron subir las escaleras y llegar hasta la sala apartando a golpes a muchos cuerpos que se interponían en su camino. Rachel sacó las llaves y trató de abrir la puerta. De los nervios, las llaves se le cayeron al suelo, pero consiguió agacharse rápido, recogerlas, abrir la puerta y entrar dentro. Chris la dejó pasar delante para protegerla. Cuando fue a cerrar la puerta, un cuerpo alargó el brazo para detener su avance, pero Chris fue más rápido y le disparó en la cabeza antes de que pudiera morderle. Ambos entraron de una pieza y cerraron la puerta por dentro. Se dirigieron hacia el extremo más alejado y Rachel abrazó a Chris mientras él no dejaba de apuntar a la puerta que cientos de cuerpos trataban de derribar. Golpe tras golpe, empujón tras empujón, los dos jóvenes tensaban más los músculos por el acontecimiento que estaba claro que iba a ocurrir. Iban a derribar la puerta de un momento a otro. Golpe tras golpe su final estaba cada vez más cerca, él solo tenía pocas balas más y ellos eran cientos, pero trataría de protegerla ante cualquier cosa. Chris abrazó con fuerza a Rachel, no la iba soltar; y a la pistola tampoco. Oyeron otro golpe que estuvo cerca de derribar la puerta aunque no lo hizo. Poco a poco se agacharon contra el suelo de la sala, pero Chris no dejó de apuntar en ningún momento la puerta con el arma. Lentamente escucharon cómo los cuerpos se retiraban de su posición y se iban a otras partes del edificio.
Pasaron el día entero escuchando pasos, golpes, extremidades arrastrarse hasta que se acostumbraron al ruido de los cuerpos deambulando por el edificio. Chris abrazó más fuerte a Rachel y posó el arma en una mesa cercana. Escuchó su respiración y creyó que estaba dormida. Le acarició el pelo con suavidad y la pegó contra su pecho para notar su respiración. Era suave y tranquila.
-Al menos alguien puede descansar – dijo mientras besó su frente.
Cuando apartó sus labios notó que tenía algo pegado en ellos. Con una mano en los labios se quitó la sustancia pegajosa de los labios, era como cuero blando, no sabía qué era hasta que pudo ver cómo a la frente de Rachel le faltaba un trozo de piel donde él acababa de posar sus labios. Rachel levantó la mirada y su rostro ya se había deformado. Su mueca era de dolor y horror en vez de alegre y sonriente, como esa misma mañana. Su mandíbula también estaba desencajada. Tras un grito ahogado, Chris trató de apartarla de sus brazos. Se levantó y trató de coger la pistola. Sus movimientos fueron lentos y torpes, lo que propició que el cuerpo de Rachel se lanzara hacia él, arrojándolo al suelo y devorando su rostro como un animal hambriento que ya no guardaba ningún vestigio de su vida o recuerdos anteriores.

domingo, 24 de marzo de 2013

La fotocopiadora de la 23.


Había sido un día agotador y Matt se disponía a apagar la regleta de su ordenador cuando se acordó que aún tenía que imprimir los documentos y llevarlos a la oficina del jefe para que mañana por la mañana los tuviera de primera mano sobre su mesa, como cada semana. Levantó la cabeza por encima de su cubículo, al cual a él le gustaba llamar “mini-oficina” y vislumbró la gran sala de oficinas del edificio completamente vacía y oscura, donde la única iluminación que había era la desprendida por el pequeño flexo de su mesa que llevaba encendido desde que empezó el turno.
Lentamente se dirigió hacia la sala de la impresora, se agachó para encender la regleta del suelo y un fuerte y chirriante sonido salió de dentro de la máquina para indicar que estaba encendida. Ese sonido fue algo más fuerte de lo normal, pero ¿Cómo no se iba sentir más fuerte el sonido si no hay ni un alma en toda la oficina? - pensó. Introdujo la memoria por el puerto USB de la impresora y se dispuso a imprimir el documento en hojas de papel que al día siguiente serían “leídas” (o al menos eso pensaba él) por el imbécil, gordo e hipócrita de su jefe para, esa misma tarde, convertirse en papel reciclado. Se asomó a la amplia ventana con el sonido de 300 páginas imprimiéndose a sus espaldas y contempló la ciudad y su profunda noche. Se encontraba en la planta 23 de un edificio de más de 100 pisos y ya se impresionaba de la gran altura a la que se hallaba. Entre los grandes edificios y rascacielos que conformaban la ciudad podía oír el movimiento de algún vehículo que circulaba por el asfalto y, desde semejante altura, solo se veían los demás edificios iluminados por las farolas del suelo.
Al fijarse más en el espejo que en el entorno que mostraba el mismo, pudo percatarse de que detrás de él había una figura que se mantenía de pie, aunque tambaleante, con su mirada fija en su nuca. Rápidamente se giró para contemplar su rostro, pensando que podría tratarse del de mantenimiento o del guardia de seguridad de la empresa. Para su sorpresa, lo único que se hallaba detrás de él solo era la negrura de toda la oficina y el resplandor de la lámpara de su mesa al fondo de la estancia.
-¿Pero qué...? - Dijo mientras se frotaba los ojos. Habrá sido algún reflejo... Llevo doce horas aquí dentro y quiero salir ya... - Pensó. Al volver a girarse se percató de que el sonido de la impresora ya había parado y recogió las hojas, apagó la regleta de la impresora y la luz de la habitación y se dirigió lentamente hacia su mesita para marcar el sello de la empresa con la fecha del día en la hoja principal, requisito que el jefe le imponía siempre que hacía los informes. Una vez tenía todo preparado y en la carpeta correspondiente, Matt se dirigió hacia el despacho de su jefe, al otro lado de la gran sala, para, finalmente, depositar esa “Novela de sumas, restas y demás cuentas” (como a él le gustaba llamarlo) encima y en el centro de la amplia mesa marrón caoba que predominaba en el gran despacho. Otros días jugaba a ser el jefe cuando terminaba y le imitaba, con peor suerte, sentado encima de la alta silla negra de cuero, pero esta noche no. Esta noche ya estaba lo suficientemente cansado como para querer llegar a casa y dormir toda la noche hasta que el despertador le inundara de nuevo con su infernal pitido para que, un día más, su vida volviera a girar entorno al mismo horario, la misma comida, las mismas personas, las mismas conversaciones,las mismas peleas de sus hijos, las mismas decepciones con su mujer, las mismas conversaciones con su suegra, su madre, las mismas …
¿Pero qué...? - Pensó al escuchar un ruido estridente desde el otro lado de la puerta. Al salir por la puerta oyó el ruido más distante y menos estridente. Sonaba como una máquina que acababa su tarea y volvía a empezar de nuevo. Al alzar un poco la vista observó que de la sala de la fotocopiadora salía la típica luz blanca del escáner. Atravesó corriendo el espacio que le restaba hasta la sala y apagó la regleta de la máquina. Juraría que ya la había apagado... además, no había más funciones en la cola … Qué raro... - pensó – Seguro que ya se ha estropeado otra vez. Agarró las hojas que habían salido de la fotocopiadora para comprobar que no se había escapado tinta en ninguna de ellas y que eran reutilizables. Estupendo, “tropecientas” hojas... adiós a llegar relativamente pront... A medida que iba pasando las hojas entre sus manos, podía observar como un punto negro en el centro de ellas se iba haciendo cada vez más grande hasta ir dejando rastros de que había fotocopiado algún tipo de líquido. A medida que seguía pasando las hojas, vio partes de una cara deformada que, lentamente, fotocopia a fotocopia, se iba recomponiendo hasta dejar visible su propio rostro con una mueca de terror sobrenatural.
¿Qué se supone que es... - Cuando se iba a girar para deshacerse de las hojas en la trituradora, la figura que había vislumbrado minutos antes se encontraba justo en frente de él. Lo único que le dio tiempo a reconocer fue su pelo negro, su diabólica sonrisa y su camisa blanca por fuera del pantalón negro típico de oficina. Al momento agarró del cuello a Matt y lo empujó contra el cristal, el cual se resquebrajó por el impacto, pero no llegó a romper.
-¡Para! ¿Quién er... - Fue lo único que le dio tiempo a pronunciar por sus labios antes de que la figura volviera a zarandearlo por encima de su cabeza y empotrara su rostro frente la fotocopiadora.

-¡Matt! ¡Matt! Despierta hijo – dije su jefe desde el otro lado de la realidad. - He leído el informe que pusiste sobre mi mesa anoche – Matt abrió los ojos y no entendía que había ocurrido. Se encontraba frente su ordenador, sobre su mesa y... ¡Se había quedado dormido! El jefe se percató de su estado de somnolencia y cambió el tono por uno algo más suave- ¿Estás bien? Como iba diciendo, he leído su informe y es perfecto. Puede irse a casa descansar.
-Gra...Gracias – Fue lo único que alcanzó a decir. Se dirigió al baño para “acicalarse” un poco y despejarse la mente. Se agachó contra el lavabo y se mojó la cara. Seguro que fue un sueño... - Pensó – Nada más fuera de lo normal que eso. Se volvió a lavar la cara y levanto su rostro frente al espejo y abrió los ojos de forma desorbitada. ¡No tenía reflejo! Pero cóm... De repente, del otro lado del espejo apareció la figura que le había atacado y cada vez entendió menos cuando se halló en frente de sí mismo en el espejo. Notaba algo raro, no sabía el qué... claro, él no estaba sonriendo, mientras que su reflejo mantenía una amplia sonrisa diabólica de oreja a oreja. Como un rayo, su reflejo alzó las manos, atravesó el cristal y le cercioró el cuello para pegar su rostro frente al espejo y mantener con él la mirada.
Mata!...¡Mata!... - repitió una y otra vez su reflejo. Él cerró los ojos ante aquella bestial situación y, al abrirlos, ya no había nada. No había reflejo, no había manos agarrando su cuello,... había algo raro. Matt salió del baño y vislumbró a sus compañeros de oficina. Su jefe estaba hablando cerca del baño con una empleada y posó su vista en él con una amplia sonrisa fraternal.
-¡Hasta mañana Matt!- Le comunicó el jefe con una mano levantada a modo de saludo. De pronto sintió algo. No sabía qué era. Solo sabía una cosa: Nadie de aquí verá ese mañana. Se dijo mientras andaba encarado, con una sonrisa diabólica, a su jefe.