Había
sido transformado egoistamente en hombre lobo. Se miraba al espejo y
no reconocía al hombre que una vez fue dentro de aquella bestia
animal de pelaje plateado y que brillaba a la luz de una luna llena
que se reía ante su situación.
Asqueado,
corrió la cortina oscura que ahora tapaba la ventana y se giró para
observar la brutal escena que se hallaba ante él. No había dejado a
nadie con vida. No quería que, por culpa de su descontrol,
cualquiera de sus amigos o conocidos sufrieran su misma suerte al ser
mordidos y sobrevivir. En sus pocos momentos de lucidez se había
asegurado de rematar o descuartizar a aquellos que tenía a su
alrededor.
En
toda la noche no había sido capaz de volver a su forma humana,
aunque no sabía si ser humano en esos momentos era una buena idea.
Los policías se la ciudad investigando una matanza y un conocido de
las victimas aparece en medio de la calle cubierto de su sangre. No,
definitivamente no era una buena idea.
Atravesó
el salón esquivando los cuerpos y, manchando sus enormes patas
animales de sangre, se puso frente a la mesa de mezclas del Dj. La
cabeza del hombre estaba encima de la mesa con una expresión de
terror y pánico que tenía en el momento en que Carl le decapitó
con un fuerte tortazo de sus potentes garras. Agarró la cabeza,
dejando que un reguero de sangre estropeara por completo la mesa,
parando en seco la canción que estaba sonando.
Era
hora de desaparecer. Tenía que ocultarse hasta que supiera
exactamente qué había pasado esa noche. Habían revuelto su casa en
una pelea que no le mató, sino que su asaltante le propinó un
arañazo en la espalda que sabía que no le mataría, transformándole
mientras caía precipitadamente hacia el suelo de la calle tras
romper la ventana con su cuerpo debido al fuerte impacto del arañazo.
El
odio empezaba a erizar todos los pelos de su brutal cuerpo y su
mirada empezó a nublarse con un color rojo que reconoció
perfectamente. Cuando se quiso dar cuenta, se hallaba estrujando con
fuerza la cabeza que aun portaba en su garra derecha.
Debía
tranquilizarse y desaparecer. No quería volver a perder el control y
provocar otra matanza de forma inconsciente. Ya tenía muchos
cadáveres tras de sí y no quería montar un escándalo aun mayor de
lo que ya era.
Su
estómago rugió con fuerza gutural, produciendo un fuerte eco en la
amplia casa vacía, destrozada y revuelta por la matanza. El suelo
del piso estaba lleno de sangre, miembros y los cuerpos de toda la
gente que apreciaba. Tenía que encontrar comida antes de que su
instinto volviera a prevalecer.
Carl
contempló de nuevo el rostro del hombre que tenía en su garra. Su
expresión era de horror, pero era un horror apetitoso. Tenía
hambre. Carl elevó su cabeza y produjo un fuerte y estridente
aullido, como un lobo cuando reclama a su presa para sí. Ahora él
no era el mismo que hacía un par de horas. Había cambiado y Carl
debía acostumbrarse a su nuevo estado. Necesitaba carne humana y
estaba rodeado de un gran festín. Podía saciarse si quería.
Le
habían transformado en un animal. En una bestia salvaje que tendría
hambre cada noche. Ya no existían ni humanos ni animales para él.
Ahora eran solo comida, presas apetitosas que debía cazar y de las
que debía alimentarse; y lo peor de todo era que la situación le
producía una sensación de entusiasmo. Le encantaba. Se sentía
poderoso.
Volvió
a observar la cabeza del hombre, pero no era eso en lo que se fijaba.
Sin mover su mirada fija, su garra se abrió lentamente, dejando caer
la cabeza al suelo ensangrentado, produciendo un sonido hueco, como
una pelota cuando bota contra el suelo, solo que la cabeza no dio más
botes contra el suelo. Carl se giró lentamente para contemplar poco
a poco los cuerpos que se hallaban en el suelo, unos encima de otros,
mientras de su hocico se deslizaban hilillos de baba pegajosa.
Volvió
a aullar y comenzó el festín.
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