Blog de relatos cortos de ficción, terror y de novela negra.
Un espejo es un objeto sólido compuesto por materia, como un estuche, un ordenador o una pared. Ese espejo te ayuda a peinarte, a verte por las mañanas, por las tardes y por las noches. Ese espejo se puede usar en muchos contextos, como un ordenador, una pared,... pero, ¿una pared puede reflejarte en ella, o un ordenador te puede mirar como te mira el reflejo de tu espejo? ¿Porqué ese espejo puede "imitar" tus movimientos, tus miradas, tus gestos? Existen muchas historias sobre los espejos como portales a otro mundo, o de reflejos que viajan al mundo real poseídos por demonios o fantasmas, matando a todos los seres queridos de las personas que rodean al "protagonista".
¿Alguna vez has leído alguna historia sobre espejos de verdad? Quizá ese reflejo sean tus miedos o tus sueños más escondidos, más profundos, más oscuros... ¿Y si pudieras devolverle la mirada a esa forma que te mira desde sus ojos oscuros? ¿Y si pudieras retar a esa visión hasta los límites más infranqueables? ¿Y si decidieras, por un día, viajar a ese rincón oscuro de tu ser y tratar de entender qué empuja a ese ser para comportarse de forma tan ruin y despreciable?
Solo hay una forma de averiguarlo: Ve y observa ese espejo. Pero cuidado, esa tarea solo es para valientes o estúpidos, aunque ambas cosas son lo mismo, ¿no?
Solo hay una cosa segura: si lo haces,la víctima de mi siguiente historia serás tú.

jueves, 30 de mayo de 2013

Carl. El hombre lobo 2.

Suelo de carne
Había sido transformado egoistamente en hombre lobo. Se miraba al espejo y no reconocía al hombre que una vez fue dentro de aquella bestia animal de pelaje plateado y que brillaba a la luz de una luna llena que se reía ante su situación.
Asqueado, corrió la cortina oscura que ahora tapaba la ventana y se giró para observar la brutal escena que se hallaba ante él. No había dejado a nadie con vida. No quería que, por culpa de su descontrol, cualquiera de sus amigos o conocidos sufrieran su misma suerte al ser mordidos y sobrevivir. En sus pocos momentos de lucidez se había asegurado de rematar o descuartizar a aquellos que tenía a su alrededor.
En toda la noche no había sido capaz de volver a su forma humana, aunque no sabía si ser humano en esos momentos era una buena idea. Los policías se la ciudad investigando una matanza y un conocido de las victimas aparece en medio de la calle cubierto de su sangre. No, definitivamente no era una buena idea.
Atravesó el salón esquivando los cuerpos y, manchando sus enormes patas animales de sangre, se puso frente a la mesa de mezclas del Dj. La cabeza del hombre estaba encima de la mesa con una expresión de terror y pánico que tenía en el momento en que Carl le decapitó con un fuerte tortazo de sus potentes garras. Agarró la cabeza, dejando que un reguero de sangre estropeara por completo la mesa, parando en seco la canción que estaba sonando.
Era hora de desaparecer. Tenía que ocultarse hasta que supiera exactamente qué había pasado esa noche. Habían revuelto su casa en una pelea que no le mató, sino que su asaltante le propinó un arañazo en la espalda que sabía que no le mataría, transformándole mientras caía precipitadamente hacia el suelo de la calle tras romper la ventana con su cuerpo debido al fuerte impacto del arañazo.
El odio empezaba a erizar todos los pelos de su brutal cuerpo y su mirada empezó a nublarse con un color rojo que reconoció perfectamente. Cuando se quiso dar cuenta, se hallaba estrujando con fuerza la cabeza que aun portaba en su garra derecha.
Debía tranquilizarse y desaparecer. No quería volver a perder el control y provocar otra matanza de forma inconsciente. Ya tenía muchos cadáveres tras de sí y no quería montar un escándalo aun mayor de lo que ya era.
Su estómago rugió con fuerza gutural, produciendo un fuerte eco en la amplia casa vacía, destrozada y revuelta por la matanza. El suelo del piso estaba lleno de sangre, miembros y los cuerpos de toda la gente que apreciaba. Tenía que encontrar comida antes de que su instinto volviera a prevalecer.
Carl contempló de nuevo el rostro del hombre que tenía en su garra. Su expresión era de horror, pero era un horror apetitoso. Tenía hambre. Carl elevó su cabeza y produjo un fuerte y estridente aullido, como un lobo cuando reclama a su presa para sí. Ahora él no era el mismo que hacía un par de horas. Había cambiado y Carl debía acostumbrarse a su nuevo estado. Necesitaba carne humana y estaba rodeado de un gran festín. Podía saciarse si quería.
Le habían transformado en un animal. En una bestia salvaje que tendría hambre cada noche. Ya no existían ni humanos ni animales para él. Ahora eran solo comida, presas apetitosas que debía cazar y de las que debía alimentarse; y lo peor de todo era que la situación le producía una sensación de entusiasmo. Le encantaba. Se sentía poderoso.
Volvió a observar la cabeza del hombre, pero no era eso en lo que se fijaba. Sin mover su mirada fija, su garra se abrió lentamente, dejando caer la cabeza al suelo ensangrentado, produciendo un sonido hueco, como una pelota cuando bota contra el suelo, solo que la cabeza no dio más botes contra el suelo. Carl se giró lentamente para contemplar poco a poco los cuerpos que se hallaban en el suelo, unos encima de otros, mientras de su hocico se deslizaban hilillos de baba pegajosa.

Volvió a aullar y comenzó el festín.

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